Dibujos animados
Una de las cosas que más me apasionan es el dibujo (siempre he dicho que a una isla desierta me llevaría, ante todo, papel y lápiz). Cuando era pequeña, mientras mi madre estudiaba, yo me sentaba en el suelo a pintar y me pasaba así horas y horas. Recuerdo también que, cuando estuvimos viviendo en Madrid (yo tendría cinco años o así), mi padre tenía un compañero de trabajo que dibujaba muy bien, y en las ocasiones en las que venía a casa o yo iba a la oficina, perseguía incansablemente al pobre hombre hasta que conseguía que me hiciera un dibujo (y yo luego intentaba copiarlo). Y nunca, nunca me cansaba de ver dibujos animados. Mi padre me decía que el gusto por esas cosas se me pasaría cuando creciera, pero la verdad es que ya he crecido y aún estoy esperando a que eso ocurra.
Soñé durante mucho tiempo con ser dibujante de la Disney, porque para mí los dibujos animados son algo asombroso y fascinante, casi mágico. La vida, el color, el movimiento y la elegancia de las películas de Disney me tenían enamorada. La máxima expresión de todo eso, el súmmum de la animación, bajo mi punto de vista, es la película La bella durmiente (1959). Ni siquiera las que vinieron después fueron capaces de superarla (como mucho, las hubo que se acercaron). Por supuesto, no estoy teniendo en cuenta la animación japonesa (la buena), que también me parece absolutamente asombrosa, porque ha sido un descubrimiento que he hecho hace relativamente poco tiempo. Mi ambición, mi sueño, era ser dibujante de la Disney.
Cuando tuve que elegir una carrera me lo planteé. Pero lo único medianamente parecido a la animación era Bellas Artes, y, debo confesarlo, me daba miedo hacer una carrera con la que probablemente acabaría en el paro. Quise asegurarme el futuro con una ingeniería, y lo de ser dibujante acabó (como tantas otras cosas) en el cajón de los sueños pendientes. Ahora, aunque no me arrepiento de haber tomado esa decisión, sigo teniendo esa espinita clavada, y no descarto matricularme en Bellas Artes en un futuro no muy lejano.
Sin embargo, la animación ha perdido gran parte de su encanto. La Disney ya no es lo que era. Dibujar las cosas a mano ya no sale rentable. Los ordenadores son muy cómodos, pero no sustituyen en ningún modo a la animación tradicional (la textura, el movimiento, el color... no tienen absolutamente nada que ver). Sin contar con que las historias son cada vez más absurdas. Una lástima. Píxar es la única que se salva un poco en ese sentido (supongo que por eso se la apropió la Disney), aunque por supuesto sólo trabaja con CGI.
Ya sólo queda Japón como autoridad en animación tradicional. Hayao Miyazaki y el Estudio Ghibli siguen asombrándonos con sus dibujos y sus historias (la última, Gedo Senki, o Tales from Earthsea, que aún no ha llegado a España). Muchas series de anime tienen también una animación realmente buena.
Así que habrá que ir aprendiendo a hablar japonés. Porque, quién sabe, quizá algún día se presente la oportunidad y a mí me dé el arrebato, me líe la manta a la cabeza y me marche a hacer fortuna a tierras niponas...
2 comentarios:
yo te animaré a hacerlo... y además iré a visitarte ;-)
Soy igual que tu.... siento como si yo hubiera escrito todo eso.
Aunque vivo más lejos, en Chile... Actualmente estudio química (por lo mismo que tu decidiste estudiar ingenieria) Pero no me puedo morir sin entrar a estudiar animación.
Démonos ánimos mutuos :D
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